‘A ver si llega el resto del equipo pronto’. Otro absurdo capítulo de Estrella, el serial que me ha
consagrado pero que me devora el alma a golpe de voz. ¿Cuántos años llevamos con esta tortura
radiofónica, con este personaje ilusorio y de desecho que representa los principios del Movimiento
y que en nada enlaza con mi probado yo? Mi yo, de izquierdas y feminista, dando voz a esta mujer
sumisa y abnegada, a esta Estrella que ilumina modélica a las féminas del país. Hartazgo y
desilusión. Un desvío en mi carrera. En la profesión que comencé con ánimo de cambiar el medio.
Locutora de radio. Abandonar el servicio doméstico. Salir de la miseria. Me decían que guapa no
era, el cine, pues, eliminado como opción. Pero mi voz… aguda, clara, melodiosa, piropos recibidos
con halago, que apuntalaron mi confianza para presentarme a ‘Atrévete con la radio’, el concurso
convocado por Radio Madrid para contratar nuevas figuras radiofónicas en el invierno del 46.
La nostalgia no hace buenas migas conmigo, pero las peculiaridades que rodean aquel primer
contacto con la profesión menudean en mi memoria y se reproducen con viveza nítida y luminosa.
El vestido de domingo azul cielo, el único sin remendar por algún rincón, cuya falda llegaba a la
altura de la pantorrilla y disimulaba mi altura inadecuadamente desmedida. Recuerdo el cuello bebé
blanco que dulcificaba mis facciones, duras y fuertes, de las que no se vanagloria una mujer. Los
guantes blancos de algodón fino, percudidos por el uso y humedecidos por el sudor incontrolado y
emocional. El dolor intenso de pies garantizado por la puesta de aquellos zapatos negros de tacón
acharolados que heredé de mi madre.
Entré en el edificio de Radio Madrid con el entusiasmo y arrojo que solo la inexperiencia y la
juventud consiente. Me sentaron en una salita donde otras mujeres esperaban también a ser
informadas. Se nos anunció la llegada del director del programa. Dos minutos después un italiano
de bigote refinado, con insondables marcas de viruela en el rostro que descompensaban su postura
de elegante galán, nos explicó el funcionamiento del concurso. Apenas capté lo que decía, pero sí
logré retener que en treinta minutos el locutor del programa me convocaría a leer el texto que en
ese momento me entregaban. En directo, ante una audiencia, recitaría un poema de José María
Pemán. Sí, me tocó declamar algo tan ajeno a mí persona, a mi ideario.
Me sientan en un taburete alto, con un micrófono a la altura de la boca. Mi estómago se desdobla
retorciéndose una y mil veces provocando un vértigo que me alienta al vómito. Cuando el piloto rojo
se enciende me oigo recitando, el cuerpo levitando al ritmo de mi voz, y para mi sorpresa, enuncio
cada palabra con precisión y armonía. Apenas dura cinco minutos, cinco minutos que sellan el resto
de mi existencia. El italiano me agradece la intervención y me ofrece el trabajo. ‘Amiga mía, lo has
bordado. Empiezas el lunes’.
‘Estrella te esperan en el estudio’. ‘¿Cuándo aprenderá este inepto que no me llamo así?’.
(En memoria de Juana Ginzo)
BREVE BIOGRAFÍA
Nací en Madrid en 1955. Estudié Geografía e Historia en la Universidad
Complutense. En 1985 me mudé a Londres donde sigo residiendo. Estudié la
licenciatura de Estudios Hispánicos, para más tarde completar un Master en Estudios
culturales Hispánicos y un doctorado sobre la figura de Mariana Pineda en la
Universidad de Londres. He publicado artículos académicos y un libro sobre Mariana
Pineda.
Paz Martínez- En son de paz 